Madrid es una de esas ciudades en las que sales con un objetivo concreto y no sabes dónde vas a acabar, ni qué te vas a encontrar. Sonará a tópico o a leyenda urbana, pero así es. Yo lo llamo «paseos bizarros«. Pongo un ejemplo concreto: ir a ver una exposición sobre el creador de «Mortadelo y Filemón» y acabar en la terraza del Círculo de Bellas Artes, entre turistas y modernitos, y sin embargo encontrarte al panadero de tu barrio… Sin palabras.
No sólo eso, en el camino de vuelta a casa, pasar por la iglesia del «Cristo de Medinaceli«, entrar y ver tu primera misa desde que hiciste la Comunión. Continuar por Huertas y encontrarte al jefe de estudios del colegio de tu hija, en un paseo solitario de domingo por la tarde. Seguir rumbo a casa, por Lavapiés, y acabar en la sede de «Podemos«. En fin, que cuando llegas a tu destino, has recibido tal carga de información visual y emocional, entre otras, que no sabes ni dónde has estado, ni por qué. Es muy bizarro, ¡pero muy entretenido, oiga!